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Sagradas Escrituras (1569)
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Salmos 44
44 / 150
1
Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado la obra que hiciste en sus tiempos, en los tiempos antiguos.
2
Tú con tu mano echaste a las naciones, y los plantaste a ellos: afligiste los pueblos, y los enviaste.
3
Porque no heredaron la tierra por su espada, ni su brazo les libró; si no tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro, por que los amaste.
4
Tú eres mi Rey o! Dios: manda saludes a Jacob.
5
Por ti acornearemos a nuestros enemigos: en tu nombre atropellaremos a nuestros adversarios.
6
Porque no confiaré en mi arco, ni mi espada me salvará.
7
Porque tú nos has guardado de nuestros enemigos: y a los que nos aborrecieron, has avergonzado.
8
En Dios nos alabamos todo el día; y para siempre loaremos tu nombre. Selah.
9
También nos has desechado, y nos has hecho avergonzar; y no sales en nuestros ejércitos.
10
Hicístenos volver atrás del enemigo: y los que nos aborrecieron, nos saquearon para sí.
11
Pusístenos como a ovejas para comer: y esparcístenos entre las naciones.
12
Has vendido a tu pueblo de balde; y no pujaste en sus precios.
13
Pusístenos por vergüenza a nuestros vecinos, por escarnio y por burla a nuestros al derredores.
14
Pusístenos por proverbio entre las naciones; por movimiento de cabeza en los pueblos.
15
Cada día mi vergüenza está delante de mí, y la confusión de mi rostro me cubre,
16
De la voz del que me avergüenza y deshonra; del enemigo, y del que se venga.
17
Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti; y no hemos faltado a tu concierto.
18
No se ha vuelto atrás nuestro corazón; y no se han apartado nuestros pasos de tus caminos;
19
Cuando nos quebrantaste en el lugar de los dragones, y nos cubriste con sombra de muerte.
20
Si nos olvidásemos del nombre de nuestro Dios; y si alzásemos nuestras manos a dios ajeno;
21
¿Dios no demandaría esto? porque él conoce los secretos del corazón.
22
Porque por tu causa nos matan cada día; somos tenidos como ovejas para el degolladero.
23
Despierta, ¿por qué duermes, Señor? Despierta, no te alejes para siempre.
24
¿Por qué escondes tu rostro, y te olvidas de nuestra aflicción, y de nuestra opresión?
25
Porque nuestra alma se ha agobiado hasta el polvo: nuestro vientre está pegado con la tierra.
26
Levántate para ayudarnos; y redímenos por tu misericordia.
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